Maldita la hora en que sólo funciona un qué tal y un hasta luego.El deseo, enfriado bajo el sol de enero, llueve, provocando que el beso, casi estafado, parezca ser el último.No lo saben, mienten para no hacerse daño. No se atreven a robarse algo más de tiempo.Sueñan. Expertos en mundos pararelos, donde sólo es realidad aquello que no decir a la cara.En el papel, un lágrima cae desencajada.Y Kafka en los labios, para lo que pudo ser un día perfecto
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