sábado, 4 de octubre de 2008

Exprimir el tiempo a las ocho de la mañana


Se sabe que la memoria sólo es confiable hasta cierto punto, bien sea por no recordar cosas que se sabe o por hacerlo incorrectamente. Los rincones de la mente son un cúmulo de pasillos sin explorar, laberintos que nos asustan y ocultan imágenes que surcan nuestra cabeza al dormir haciendo rebrotar el silencio de esos árboles mecidos por el viento o de aquel río que bordea un sendero sin apenas explorar. La realidad que nos rodea nos invita a escapar de la rutina unas horas al día, ser libres en la inmensidad un rincón o respirar hondo mientras un suspiro se fuga sin motivo. Cerrar los ojos invita a soñar, a dejarte llevar por las luces de tu propia historia, a cambiar los minutos por horas y los días por segundos. Así, las calles pueden convertirse en caminos y las señales en pistas de una aventura urbana que te permita jugar con las aceras mientras el pitido de los coches se evapora con el viento y los autómatas de la ciudad desaparecen tras un saludo invisible. Los escenarios más codiciados se encuentran cerca, sólo hay que saber mirar para buscar ese refugio del tiempo que te permita trasladarte al otro lado de tus pensamientos para recuperar las sensaciones vividas, aquellas que guardas bajo llave para que nadie borre ni siquiera un detalle. Amanece, ¿quedamos?

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