lunes, 13 de octubre de 2008

Ocho



Es fácil perder la perspectiva, no darse cuenta de qué se esconde tras las palabras que todos preferimos apartar en un rincón lleno de polvo. Es duro echar de menos, sobre todo al recordar las promesas que se dejaron encadenadas en uno de los bancos de siempre, en aquel que se moja cuando llueve, en ese que esconde nuestros secretos más inocentes. Cartas mojadas que nunca llegaron a enviarse, hojas de cuaderno arrancadas porque no salían las palabras y una promesa que aseguraba cómo aprender a vivir desde lejos. Cada gesto que se cumple saca a relucir aquellas palabras, las que hoy suenan mientras el otoño hace que el verano acabe por ser propiedad de la memoria. Pero hoy, aunque sea por un minuto, los kilómetros se acortan y las calles se mojan con discreción. Un escalón menos y ocho sonrisas abiertas que nunca se dijeron nada en el arte del engaño, pero que entendieron desde el principio que en esos ojos cerrados por los excesos de una noche quizá complicada existe, ante todo, el arte de un detalle, de un sentimiento que no hace falta describir. *Para ti*

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