martes, 4 de noviembre de 2008

Anochece en la ciudad



Detrás de un balcón mojado se esconde un juguete dormido en la pared. Los ronquidos camuflados por la rugosidad de unas sábanas recién lavadas sugieren calma. Otro día de 36 horas despierto al calor de una vela, escondido entre papeles de cemento y con los puños dentro de una sudadera dos tallas más grande, alejado del mundo, con la nariz fría y centrado en avanzar cuando la ciudad duerme. Y mientras, juegos urbanos en la oscuridad. El silencio se quiebra cada hora por el crujir de una madera solitaria, el viento roza la última ventana de un edificio de ocho alturas y la farola más alejada guiña un ojo para engañar al despiste entre las sombras... Tic, tac... Luces artificiales que se apagan. Toca dormir. ¡Por fin!

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