La mejor forma para hablar con un mismo... La respuesta mas compleja a la pregunta más simple... Un escuchar sin necesidad de oír... La mejor conversación emtre esas dos personas que se entienden... Miradas, gestos, sonrisas... letras mudas...
Hubo una vez una vaca que atendía al nombre de Mu. Érase una vez un niño que soñaba en su barrio de Carabanchel. Había una vez un bosquecillo mágico, lleno de sorpresas, miedos y misterios. Y una isla poblada de pájaros y un príncipe que se convertía en mendigo. Y también un elefante que viajaba de la selva a la ciudad. Érase una vez un lugar habitado por hadas, fantasmas y monstruos.
Hacer travesuras en compañía del viento cuando sopla de costado, tomar la forma del invierno más real, girar sin que el río deje de fluir, con islas de hojas desnudas cubriendo las aceras y dejando que las huellas suenen a nueces sin partir... Ruido de árboles desnudos que silban canciones olvidadas de quienes paseaban con las manos en los bolsillos en busca de ese calor extraño que no termina de cuajar... Tiemblan los cristales al abrirse, con miedo de dejar entrar el aire que enfría las grietas del balcón... Frío al amanecer...
Estampas perfiladas sobre la nieve, imágenes creadas entre todos esos copos que cubren una ciudad que duerme a escondidas, deseos fugaces que se cumplen de la mano, sueños que se viven despiertos mientras las luces susurran que se acerca la navidad, bufandas camufladas, guiños proyectados sobre el hielo de una acera que nadie ha pisado, huellas de ilusión, de sonrisas, de palabras calladas y sentimientos enlatados. Momentos, todos los momentos.
Una mañana en la que no importa si el sol luce o se esconde, un momento para añorar la luna, un día para evitar, un lado original, una nueva perspectiva a la espera, un amanecer que susurra 'mañana ya es otro día'...
Una historia que parece que no quiere avanzar, un momento que se resiste a contar hacia atrás, un cuento con final intermitente, un amanecer que no llega, una respuesta olvidada, un espejismo salpicado por silencios cargados de letras... Cuando el miedo nos hacer correr, encender la luz, mirar entre las sombras, escuchar las huellas, pisar el umbral de un portal que es complicado cruzar...
El misterio de la noche que la magia trasmuta en luz, brillo agudo que define el miedo de los corazones inseguros, reflejar en la pupila algo distinto de lo que se mira, silencio y misterio, belleza y una gota de maldad, asombro e intimidad, atraección e inquietud hacia el incauto que los admira...
Cirugía sin vacaciones, gritos entre las paredes vacías de una habitación, levantar la vista sin mirar, tratar de alcanzar un espejismo en una carrera sin final, minutos de desinterés, explicaciones que no se entienden, decisiones que duelen, segundos planos con la cámara filmando en otro sentido... Autómatas del tiempo que no ven más allá. Miedo, silencio entre las voces...
Acompasar los pasos, mojarse sin preocupación, cronometrar los segundos, fijar los minutos, delimitar las horas, apretar, relajar, comentar el vacío, charlar para olvidar la intensidad de una subida, elegir qué sonrisa esbozar durante esa primera bajada, correr, adelantar, que te adelanten, respirar, notar la lluvia, pisar un charco, dos, doce... Reír, hablar, pensar, seguir, no parar. Cruzar la meta con esa sonrisa no quiere desaparecer...
Cada metro recorrido parecía traer consigo un trozo de recuerdo, un pedazo de vida. El aire fresco disparó la necesidad de hilar recuerdos para explicar su situación. La cámara, la ropa, las manos, la espalda: piezas de un rompecabezas con una solución que se mostraba elusiva...
Aprender a vivir sin mirar el reloj, a querer que el mundo se cuide mejor, a coger aire y pensar en los sonidos del silencio, a olvidar el control y pensar en blanco, a dormir sin despertador, a basar todo en ese instante, a imaginar una foto de anteayer en blanco y negro, a no disimular bajo máscaras irreales...
Noches de cafeína, de autores dramáticos, de hombres de mercados, de orgullos vencidos, de cubatas en el coche, de viajantes sin sentido, de esperas, de asimetrías, de palabras con imágenes, de dibujos sin letras, de andenes de metro, de quimeras de neón, de ilusiones de helio, de páginas de gratuitos...
Premio nobel a la indiferencia, a las salidas sencillas, a dejarse llevar por el no puedo, a peder la batalla, a no querer decir nada, a no empujar, a simplemente mirar, a olvidar los reductos que ayer fueron reales, a sentir que no es no...
Penetró en su mente y se abrió paso entre los recuerdos, esquivó los más recientes y se centró en los protegidos por el tiempo. Leyó sus sentimientos como si estuvieran escritos en un diario, escuchó el vibrar de sus emociones y observó desde lejos la transparencia de su mirada, mezclando intimidad y compañía, libertad y tolerancia, sin disfraces, ni fachadas...
Lograr la fórmula química, descifrar el genoma, descomponer el átomo, desarticular la bomba, hallar el valor de la x, encontrar los tres pies al gato, escribir la moraleja… acotar lo infinito.
Imaginación recurrente ante los más de seis metros que separan el aro de un desafío entre las manos... Velocidad intermitente, conversaciones cómplices entre miradas que se entienden cuando el cansancio sólo pide paso a un instante de calma... Correr, botar, saltar, perder balones, recuperarlos, volver a perderlos, que te ganen, que te pierdas en la pista... El encanto de ese juego que significa seguir!!!
La alarma del reloj que horas más tarde marcará el ritmo, una noche de sueño intermitente, la sensación de que ya no hay marcha atrás, dos minutos de realidad, mil incógnitas indescifrables, perfilar una marabunta de zapatillas anudadas con ilusión, deseos de gravilla, movimientos de escenario, subir, bajar, estar, pensar, seguir, sufrir, pelear, mirar, entender... un cable. Correr, el aliento del momento.
Cuando las cosas no salen, cuando no nos dejan, cuando los obstáculos colapsan el camino, cuando te impiden hacerte seguir, cuando los miedos ganan el pulso, cuando el tiempo juega en tu contra, cuando el esfuerzo se evapora, cuando la letras saben amargas, cuando no puedo empujarte, cuando los sueños se esfuman de repente, cuando simplemente la pelea ha terminado...
Olvidar el mensaje de una mirada, recuperar el instante de la profundidad mas abrupta, la permanencia de la memoria, creer en esas interpretaciones alternativas, en los sentidos eternos... Conciencias irreales que confluyen en la realidad de un momento, en los recuerdos de los pupitres más pequeños, en los vestuarios de un viejo polideportivo, entre las gominolas de la tienda de la esquina. Minutos, años, segundos, meses...
Dar un paso intentando entenderlo, resolver ecuaciones de palabras enfrentadas, escapar de esos rastros de pensamientos escurridizos, evitar las visiones errantes, las vocales que no se cruzan en la garganta, los escaparates de sentimientos que arremeten en vano contra una salida que no existe... Pelear por volver a empezar. Hablar y decir la verdad, dejar fluir los miedos y moldear los temores con cuidado, sin rasgar la cobertura de la seguridad...
Una carrera en vertical, un sentimiento cruzado, una mirada triangular, bajar, subir, llegar, marchar, girar en círculo, volver a empezar... Con la vista sobre la almohada, con las manos bajo el teclado, con las imágenes en secuencias espaciadas, con la melodía del despertador, con el miedo de seguir, con la certeza de continuar.
Enhebrar las letras con la precisión y delicadeza de un joyero o cirujano, sin que sobre ni falte ninguna pieza, contemplar esos espejos en los que muestran destinos paralelos, ideas que no pueden compartirse, palabras para expresar lo que en verdad no debe decirse...
Agarrar entre las manos un hielo que se derrite, coser una excusa que te pisa los talones, caminar dos pasos por detrás de la realidad por miedo a no poder evitar el choque, situaciones que te desnudan de frente y te exigen tener miedo para avanzar. Choque de perspectivas, de decisiones, de miradas...
Palabras que sostienen un deseo formulado en voz baja. Palabras insustanciales que quedan grabadas a fuego en la memoria de los que se niegan a escuchar. Palabras que pesan, que se elevan con el viento, que anidaron dentro de un descuido, que viajaron desnudas dentro de las páginas de un anuncio en un periódico... palabras, ¿simplemente palabras?
Días que dejan su silencio en aquella playa que brota cerca de la ventana de cualquier casa de ciudad, hojas olvidadas por el sol, inmersas en cruzar las barreras del tiempo que dividen los últimós días de agosto, ruidos que se ahogan entre el viento del verano, revistas en blanco y negro, juegos de azar incompletos que se repiten cada noche...
Volver a empezar, resetear la memoria de esa mirada de captó millones de momentos entre la vorágine de los días que componen un mes. El protagonista de los cuentos de siempre ha decidido volver a tocar los acordes y coger aire antes de subir al escenario que dejó en un segundo plano mientras ensayaba la realidad de su vida. Mirar sin ver y agrietar las vocales de una frase que no termina de salir y que, aunque los minutos sigan descontando en el reloj de la mañana, seguirá atascada, quieta en la garganta...
La mirada de una melodía susurra por la noche los secretos de un minuto de incertidumbre. Los segundos de miedo, de silencio, de espera, de acierto, de complicidad, de anhelo, de sorpresa, de deseo, de sinceridad abrupta, de simplemente empatía. Un guiño al vacío de una plaza sin demasiadas farolas que esconde un campo de baloncesto mojado y un sueño desnudo en mitad de un amanecer irreal... Protección y defensa con palabras en dos idiomas.
Hay una duda en el cielo, en la mirada que prende la mecha de la verdad. Hay un resquicio que flota entre las maderas sueltas del suelo que no quieres pisar. Hay un sonido errante que cabalga por los tubos rotos del cajón de la inocencia. Hay un deseo fugar cruzado en esa estrella que las nubes quieren tapar. Contar con los dedos y restar con el miedo. Avanzar pisando adoquines. Superar.
Diseñando una ilusión con las teclas de una máquina de escribir camuflada entre las cajas del desván, adelantando el reloj una y otra vez para que el tiempo corra y se detenga cuando sea mediodía, mirar hacia la nada y pensar en blanco, recoger los sueños que ayer se perdieron entre esa almohada que hoy despertó bajo la cama. Jugar a perderse y encontrarse con cualquier brindis...
Ideas en la retina de una película que avanza a velocidades diferentes... Diálogos truncados por miradas desde el otro lado del cristal, comentarios arrojados al vacío de ese aire que nadie retiene, oculto por el humo de las últimas caladas del cigarro que nunca se debió encender. Farolas que juegan a encenderse de madrugada mientras los periódicos anuncian que ya es mañana...
Sorpresas aleatorias en kilómetros de sal, la protección de un cuaderno manchado por el barro, pesadillas tras una noche de juerga, sueños cruzados jugando al billar con la luz apagada, miedo a la distancia, al desencuentro, a los minutos que desaparecen cuando no miras, dudas entre manecillas escondidas, llamadas que se cortan, escenarios que mienten, tormentas en la arena...
Calentar el hielo cuando el sol alumbra en dirección a la esquina de esa calle que nunca se ve desde el balcón, acelerando el paso cuando nadie sigue y esperando consumar las deudas que te debo desde ayer... Con la puerta medio abierta, un apoyo en una mesa de madera, resbalones en las aceras, mirando el mundo con timidez, escondido tras el parabrisas de un coche de alquiler y surcando las grietas de un neumático pinchado...
Juegos de luces en una autopista hacia los sueños. Simples garabatos de una obra de arte que se construye por casualidad. Un ensayo o un boceto de la esencia del caos que domina la noche. Figuras creadas de realidades más pequeñas que sustituyen la experiencia de un objetivo concurrido... Sombras de irrealidad entre minutos que giran al revés!
Soledad, curiosidad abrupta. Oír, escuchar, ver, apreciar, atisbar, otear, observar... los matices de un momento en el que el tiempo corre en contra de los fotogramas que quieres detener. Una imagen en sombra y focos, una figura silueteada por esa luz que brilla sobre un manto de oscuridad. Sin oponerse a los detalles, sin perder ese gusto por los gestos, por las imperfecciones, por ser nosotros entre la multitud...
La memoria de un náufrago de la calle, la incertidumbre de no conocer qué pasará dentro de un minuto, la duda que proyectar una sombraa de papel, la crudeza que camina entre la lluvia de esos ojos que no quieren mirar atrás, la pelea de poder y querer, de luchar y perder, de arrancar y parar, de llegar y volver... seguir!
Pensar al revés, echar un pulso con el viento cuando sopla entre los rincones de una cancha de baloncesto oxidada, aparcar en batería mientras las luces de los faros pelean por no confundirse entre el alumbrado de la calle, escapar de las jaulas que las letras de un diccionario sin índice forman al mirar de soslayo el humo de las chimeneas, firmar cualquier carta y enviarla sin remite...
Volver a instalar las normas del juego en el ordenador de los domingos, esperar a que las palabras se crucen entre las ideas que brotan al finalizar los capítulos de los libros que nadie lee, recrear las ilusiones que viajan en aquel tiovivo del parque de siempre, mover las palabras entre los cristales de los coches o escribir las sensaciones más irreales para que las busquen quienes saben ver lo transparente...
Romper el silencio con una palabra, despejar la mirada del horizonte y regresar a la realidad donde el hormigón continúa cubriendo las grietas de aquel camino sin asfaltar, tachar los pasatiempos que se niegan a alinearse a favor del único boli de la sala de espera, matizar un documento de palabras técnicas y entender que la solución tardará en aparecer...
Un laberinto de espejos, un cruce de carreteras y casualidades en la que los semáforos sólo funcionan a veces. El vaho sin contraste en la niebla, la mirada por la ventana, el tránsito de la transparencia, equivocarse, levantarse, volver a empezar, cambiar cada vez que sea necesario... Reinventarse en el asfalto de cualquier camino en zig zag!!!!
Todo vuelve a escaparse entre los agujeros de un cuerpo roto por los miedos que no son, jugar al azar y no saber dónde empieza o acaba la historia que comienza al anochecer, olvidar los pensamientos durante un instante, sin temblores, sin debilidades, con la fuerza de siempre que ya no llega, con lo puesto, sin maleta y al otro lado de las excusas...
La memoria sobre la almohada, el café frío por las mañanas, las palabras atravesadas, las explicaciones que no son, los sueños olvidados, las miradas ausentes, la nostalgia en la mesita de noche...
Piedra, papel o tijera en imágenes pixeladas, un pie girado en dirección a las líneas de actuación de una carretera imantada hacia la bruma del mediodía, escenarios compartidos en muelles inestables y autopistas sin peaje... La iniciativa de pensar al revés con las palabras impresas en la parte de atrás de una camiseta de manga corta...
Pensar al revés, echar un pulso con el viento cuando sopla entre los rincones de una cancha de baloncesto oxidada, aparcar en batería mientras las luces de los faros pelean por no confundirse entre el alumbrado de la calle, escapar de las jaulas que las letras de un diccionario sin índice forman al mirar de soslayo el humo de las chimeneas, firmar cualquier carta y enviarla sin remite...
Andando con la guitarra entre las manos, paseando los acordes por cualquier ciudad perdida, acampando la mirada entre los cristales de los bares, señas de identidad empañadas por el vaho que se escapa de la bufanda que protege las palabras que no salen. Dar la vuelta a la espiral de los movimientos y girar en transversal.
Desaparecer del mundo, atravesar con hilos los telares de la mente para poder volver, cuando el pulso diga cero, al comienzo de la prueba. Sin importar el valor de las ciencias exactas, atando los nudos de un sueño que sólo camina por la noche, esperando a quien te ignora, ignorando a quien te llama a gritos. Un café sin azúcar, un reencuentro anónimo, una veleta en movimiento, el vacío de unos dedos señalando una sombra entre la niebla, la aspereza del silencio, el hielo de una imagen apagada... nostalgia en el viento, regreso borrado, memoria olvidada, libro ignorado.
Sin que juegos de palabras descolgadas estropeen las historias más auténticas, sin que las sombras caduquen las sonrisas más sinceras, sin necesidad de explicaciones, sin que se borren las sonrisas, sin que se nuble la mente, sin que los cobardes se salgan con la suya, sin darle voz a las armas de la desconfianza, sin que llueva por dentro, sin sentirse perdido... pegando lunas rotas con la verdad de un muro indestructible!
Soplar en unos pulmones, iluminar la única farola que brilla de manera intermitente cualquier callejón oscuro, repasar una llave sin fisuras con la mirada, contar con ayuda del viento dónde están las grietas de ese muro que te impide pasar, colocar tiritas en el espejo para que el cuerpo no sienta que algo se ha roto por dentro. Realidades ásperas que se liman con miradas, con silencios, con palabras pequeñas...
Huir entre las mantas de un sueño que no llega, alejar de los relojes los días que el calendario no quiere tachar, despertar a las miradas que sienten miedo, reforzar la fachada de lo real, sostener el muro que tiembla a cada paso, avanzar y recoger los escombros para volver a empezar...
Imágenes atrapadas en una batidora que no deja de girar, cordones que pierden su grosor y desatan los extremos de los temores más reales, vías de escape atascadas por miradas difusas, perdidas, sin saber o querer encontrarse entre la multitud, volantes sin dirección, escudos de papel mojados por el viento...
Al borde del precipicio de las páginas en blanco, con la esencia de un telegrama enrollado, con la fuerza de una máquina de juegos, latidos perdidos en la inmensidad de la calle, murmullos ahogados por el eco de un río, cerrar los ojos en voz baja, hacer que los días resbalen, huir...
Revolver las razones que le llevaron allí, rescindir una promesa ante la mirada inocente de quien se choca contra el suelo, impregnar de mentiras un juramento, repasar las líneas de un boceto a contraluz, no entender el daño cuando la inocencia se adueña de las escenas que se comparten a diario, deslizar la mano con temor evitando las astillas de las barandillas... Correr.